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Cerámica desde el Fin del Mundo

Vivimos en una ciudad que se transforma en cada estación del año. 

En otoño los bosques se llena de colores y eso nos lleva a buscar fórmulas para intentar recrear esos tonos avasallantes, abrumadores. Toda la gama del fuego se hace presente en cada amanecer y en cada árbol.  Son momentos de planificación. Esos amaneceres son lo último que vemos en el día, así de largas vivimos las jorrnadas. Luego, la desolación, el vacío. Las transiciones entre estaciones parecen detener el tiempo en el taller.

Los inviernos nos encantan. Nos atrapa su oscuridad; la nieve purifica cada idea, el taller nos abriga y la hostilidad del clima inspira a nuevas formas. La creatividad se intensifica. Las historias tristes de invierno nos obligan a mantenernos activos en el refugio del taller. El aire es más puro que nunca. En la costa sólo se contempla el abismo, la desolación de la lejanía. Cada pieza que creamos es su propia isla y se contiene a si misma. El sol es un recuerdo. 

Primavera es la estación más productiva. La ciudad se vuelve verde, ya todos los proyectos están en marcha. Una hermosa carrera contra el tiempo comienza en el taller. Los estantes desbordan, las fórmulas se apilan, las herramientas desaparecen, el caos creativo en su máximo esplendor. El Tiempo nunca es suficiente y las manos tampoco. La vida rebalsa en la costa y en los bosques; las montañas se sacuden el invierno alimentando los valles ahora verdes. La gama cambia y cambiamos nosotros. El en/torno se ilumina y las piezas también. Tal vez lleguemos a tiempo para esto o para aquello. El taller es un ente que nos lleva de acá para allá, reclamando menos horas de sueño y más pasos, miles de pasos alrededor de la mesa. Todos es arte y felicidad, el amor por lo que hacemos aflora infinitamente. 

Verano al fin en Ushuaia, la ciudad más austral del mundo. Todos vamos y venimos. El taller se toma un respiro de nosotros. La familia y los amigos nos recargan de energías. El sol en el sur es escaso y se aprovecha. Recordamos lo que pasó y proyectamos lo que viene. Los tornos aguardan un momento en silencio, todavía tenemos sus murmullos en la memoria. Ese cantar que el alfarero no olvida, que llama, como si supiesen que el viento que se levanta dará entrada triunfal al otoño.

 

En cada pieza de cerámica hay momentos de nuestra ciudad y de todo lo que la rodea.  Amamos Ushuaia, amamos nuestro taller, amamos lo que hacemos.  

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